“Pero ¿qué ocurre en una República Democrática —se preguntaba Luis Castro Leiva— cuando la palabra del Político no se empeña, cuando la lengua de los Magistrados es torcida, cuando quienes la conceden no tienen derecho a darla, cuando quienes hablan callan, cuando quienes la profieren vociferan, cuando quienes la abusan se desnudan en su inconsistencia moral? ¿Qué ocurre?” Y respondía con acerada lucidez: “Sucede entonces que la República se muere con la Democracia, y ésta en aquélla”.
Discurso de Orden en el Congreso Nacional el 23.01.1999
¿Cómo hablar de la universidad venezolana y su crisis actual sin reflexionar acerca del rol de sus egresados? Y en consecuencia, ¿cómo reflexionar en torno a nuestro desempeño en tanto egresados universitarios, sin mirar nuestra actitud como ciudadanos en Venezuela hoy día?
A riesgo de que parezca un lugar común, lo que las universidades nacionales están viviendo hoy, no es diferente a lo que estamos viviendo en el resto del país. No solo en temas lamentablemente obvios: inseguridad, violencia, y la grave situación económica, sino en aspectos mucho más profundos y medulares, que son característicos del régimen que estamos enfrentando.
Las señales han sido muy claras. El gobierno no ha podido, en estos larguísimos casi 15 años, tomar la dirección de los espacios de decisión universitaria, y para tener incidencia, aplica su clásica estrategia de la institucionalidad paralela: creó misiones, creó universidades nuevas, a la medida de sus requerimientos, lo que le ha permitido mostrar estadísticas de desempeño universitario “bolivariano” que no convencen a nadie, pero más importante, le facilita subyugar a sus dictámenes a un grupo de venezolanos.
Entendemos la universidad como un espacio de convivencia y tolerancia, y un lugar de reflexión, donde la libertad de pensamiento crítico, no solo es necesaria, sino imprescindible. En este momento, estos espacios son de los pocos en los que aún se da un debate abierto. Por ello, la presión del régimen se concentra hoy en ellas, cercando su autonomía e intentando controlar la libertad de pensamiento y de generación de conocimiento.
Utiliza mecanismos perversos de presión, como el ahogo económico y el deterioro inmoral de las condiciones de vida de profesores y trabajadores. Y negocia soluciones solo con aquellos a quienes ellos reconocen, aplicando la división como estrategia para conquistar espacios. Ahora bien, ¿hay alguna diferencia entre lo descrito y cualquier otro sector del país? Definitivamente, no la hay.
El control por la vía del deterioro, del igualar hacia abajo, creando una dependencia inmoral, humillante del ciudadano, no es para nada diferente a la entrega de recursos económicos deficitarios a las universidades, para luego completar por la vía de créditos adicionales forzadamente negociados.
Podría seguir enumerando ejemplos que evidencian como la crisis universitaria forma parte de la estrategia del régimen para hacerse definitivamente del control de la sociedad. Pero quiero volver al título de esta nota, el rol de los egresados, en este momento crucial.
Si aceptamos lo anterior, la defensa activa de las universidades hoy es un compromiso, comenzando por quienes hemos surgido como profesionales de sus espacios públicos, pero además motivando e incorporando a todos los sectores de la sociedad, en tanto esta lucha representa su propia lucha frente al régimen.
En síntesis, estamos frente a una paradoja: la universidad que deseamos para una Venezuela moderna, pujante, está íntimamente relacionada con la sociedad que los ciudadanos –egresados entre ellos- definamos. Y viceversa, lo que hagamos hoy los ciudadanos frente a esta crisis, definirá no solamente la universidad que tendremos, sino la sociedad y el país que queremos tener.
¿Estamos dispuestos a asumirlo?
Catalina Ramos S. Ex – Presidenta de la Asociación de Egresados de la USB.
Coordinadora Nacional de Formación del Movimiento Vente Venezuela
Coordinadora Nacional de Formación del Movimiento Vente Venezuela
http://www.ventevenezuela.org/egresados-universitarios-ciudadanos-todos-por-catalina-ramos/
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