jueves, 18 de julio de 2013

3 Meses después / Miguel Velarde



Han pasado tres meses desde la polémica elección del 14 de abril, en la que el candidato del gobierno, Nicolás Maduro, se proclamó vencedor de la contienda y el de la oposición, Henrique Capriles, no reconoció la victoria, denunciando un posible fraude electoral. Dos posiciones enfrentadas que pusieron a Venezuela en el ojo del huracán y en el foco del mundo.
La expectativa que se generó fue enorme, no solamente por cuál iba a ser el desenlace político en el país, sino también porque debido a la gravedad de las denuncias sobre violaciones a principios básicos de una democracia, las consecuencias para la región del resultado de este proceso también iban a ser significativas. Podíamos prever un escenario complejo: dos candidatos que decían haber ganado una misma elección y que iban a actuar de esa manera. O, por lo menos, eso creíamos.
Desde el día posterior a la elección, Maduro empezó a recorrer el país y el mundo como presidente, tanto como parte de su “Gobierno de calle” como para buscar la legitimidad internacional. Mientras tanto, los primeros días después del 14-A, Capriles pareció tomar una posición firme, dispuesto a luchar por lo que creemos consideraba la verdad. Sin embargo, ante la sorpresa de millones de sus seguidores e incluso de parte la comunidad internacional, casi inmediatamente enfrió su posición.
No vale la pena entrar en discusiones sobre estrategias o visiones. El caso es más simple de lo que parece. Si lo que la dirigencia opositora denunció en su momento es verdad, no fue a Capriles al que le robaron una elección, fue a millones de venezolanos a los que les robaron su voto: lo más sagrado que un ciudadano puede tener en democracia.
La indecisión de un líder puede ser tanto o más costosa que una mala decisión. Cada día que pasa el Gobierno se estabiliza un poco más y la oposición pierde fuerza. Seguramente, cuando el tiempo nos dé la perspectiva necesaria para analizar estos difíciles momentos que aún vivimos, nos costará entender por qué quienes coyunturalmente llevaban la voz de mando de una oposición que había logrado crecer de una manera inimaginable, no solamente no estuvieron dispuestos a movilizar a sus millones de seguidores, sino que incluso pareciera que decidieron desmovilizarlos.
Lo que le espera a Venezuela ahora es, como desde hace varios años, incierto. Lo que sí es nuevo es que, dado el desarrollo de los acontecimientos estos últimos tres meses, esa incertidumbre ahora también se empieza a sentir en filas opositoras. Las protestas sociales se incrementan día a día y nada indica que eso vaya a cambiar. La situación económica es crítica debido a la inflación y escasez que reina en el país. Todo eso hace que la realidad política se enturbie y se vuelva más compleja.
Mientras tanto, la dirigencia opositora que asegura que le acaban de robar una elección presidencial, se prepara para la de alcaldes el próximo 8 de diciembre. En las mismas condiciones y con el mismo árbitro electoral.

Miguel Velarde
Editor en Jefe

@MiguelVelarde

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