Puedo
hablar con propiedad sobre lo que María Corina Machado ha denominado
capitalismo popular, debido a mis múltiples conversaciones con ella.
El
capitalismo popular, según entiendo, es lo contrario al capitalismo
rentístico de Estado (i.e. al socialismo del siglo XX y XXI), el cual
ha imperado en Venezuela hasta ahora; implica un sistema que llegue e
incluya a todos y cada uno de los hogares venezolanos, y no tan solo a
unos pocos; uno que transforme al individuo en emprendedor y trabajador
o, lo que es lo mismo, le permita desarrollar sus capacidades y
aprovechar sus libertades para depender de sí mismo y no del Estado;
hasta dónde llegar, en el capitalismo popular, dependerá de uno mismo;
no habrán bases político-clientelares, limosnas, dádivas o
humillaciones, sino ciudadanos dignos y libres que se beneficiarán
continuamente, mientras trabajan, emprenden, y aportan al país. Pero,
ante todo, el capitalismo popular, implica un nuevo diseño
institucional para Venezuela – i.e. uno que haga predominar nuestros
mejores valores y minimice a su vez los malos hasta ahora reinantes.
Implicará
eliminar los controles y modificar los arreglos institucionales de la
economía, para minimizar el riesgo jurídico y político de invertir en
el país, y ofrecer libertades, hasta hoy día negadas al sector privado,
como lo es la posibilidad de emprender negocios, e invertir en la
producción de petróleo, petroquímica, hierro, minería y otros sectores,
hasta hoy reservados por el Estado venezolano.
También,
implicará convocar a un acuerdo o pacto nacional entre partidos,
trabajadores, empresarios, y el gobierno nacional, para contribuir a la
paz y la armonía social del país, la expansión del producto y el empleo
productivo y la erradicación de la inflación. Igualmente, diversificar
y expandir la industria petrolera de 2 a 3 veces su tamaño actual, y
procurar una tasa de crecimiento real de la misma no menor al 3%, para
propiciar el desarrollo de sectores conexos y poder producir y exportar
insumos para la industria, al igual que productos de la petroquímica, y
del plástico, de mayor valor agregado y demanda laboral.
El
capitalismo popular implicará dar un giro de 180 grados a la política
económica actual, de forma tal de poder industrializar al país,
substituir un gran número de importaciones y, sobre todo, lograr
exportar producto no petrolero, mientras se avanza hacia la
independencia fiscal y monetaria de los hidrocarburos. Transformar la
economía nacional de una economía de puertos a una diversificada, que
no dependa únicamente del petróleo, y las importaciones, a través del
control de la inflación y, en particular, mediante el mantenimiento de
un tipo de cambio competitivo, en vez de un cambio sobrevaluado, como
ha ocurrido desde hace tantísimas décadas.
Sin
que nadie pierda sus actuales ingresos, el capitalismo popular irá,
poco a poco, substituyendo las misiones y asistencias por empleos
productivos y mejor remunerados, generados por el sector privado. Y,
así, también, entre muchas otras cosas a mencionar, implicará eliminar
gradualmente los subsidios y, en particular, el subsidio a la gasolina,
que representa a precios actuales un costo de oportunidad de 20 mil
millones de dólares, que bien podrían ir al financiamiento de bienes
públicos como la educación y la salud.
Pero,
todo lo aquí descrito en muy pocas líneas, no es más que un abre boca
sobre lo que, al parecer, es una gran propuesta que implica ruptura con
nuestro presente y pasado y, por tanto, ofrece la verdadera
transformación que reclama el país.
Ángel García Banchs
PhD en Economía Política de la
Universidad de Siena, Italia y
Director de Econométrica
Profesor del CENDES y FACES/UCV
-http://www.eluniversal.com/opinion/111024/el-capitalismo-popular
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