La semana pasada estuvo marcada por el
conflicto universitario. Comenzó con el anuncio de 13 universidades de ir a
paro indefinido, entre las que se encuentran las autónomas más importantes a
nivel nacional además de algunas otras experimentales. Este problema
cobra una especial relevancia porque no es solamente el sector estudiantil el
que se moviliza, sino también el de los profesores.
El problema universitario no es nuevo, pero
en los últimos años se ha agudizado. No necesariamente porque las variables de
la crisis de hoy sean más graves de lo que lo fueron en algún otro momento –el
sector universitario ya pasó anteriormente por etapas muy complicadas-, sino
porque cada vez es más evidente que el problema no es coyuntural, sino
estructural.
Mucho tiempo tuvo que pasar para que quede
claro que el modelo, tal y como está planteado, no es viable y que, para que
una universidad sea realmente autónoma, debe poder obtener sus propios recursos
y cubrir su presupuesto. El origen del problema no son las aspiraciones de un
determinado sector, sino la posibilidad o no de la Universidad de existir como
debe hacerlo: con autonomía, libertad y capacidad de ejercer el pensamiento
crítico.
Es justamente por esto último que la actitud
del gobierno ante esta situación no es casual, todo lo contrario. Para que el
modelo que ellos proponen funcione, es indispensable que los espacios de
libertad de expresión y de pensamiento crítico no existan, porque es allí donde
ven más amenazado su proyecto.
Las universidades en Venezuela –especialmente
las que cumplen con los requisitos históricos y globales como para llevar ese
título- han dado una lucha heroica estos últimos años, no solamente defendiendo
sus derechos como casas de estudio, sino también los derechos básicos de la
democracia y la república.
Es por eso que duele ver como el “¡Viva la
U!” ha pasado de ser una proclama a ser una plegaria. Ese sector no ha dejado
sola a Venezuela en sus luchas democráticas, por eso no sería justo que los
diferentes sectores del país, incluida la sociedad civil, dejen solo al sector
universitario en su lucha por su subsistencia.
La democracia, el desarrollo y el progreso no
son posibles sin universidades libres e independientes, donde el objetivo más
importante sea dar las herramientas a quienes pasan por ellas para que formen
su propio criterio, para que cada quien piense como quiera. (Guayoyoenletras.net)
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