Me
ha tocado acuñar el término escastanflación para intentar definir o resumir el
fenómeno económico que actualmente vive el país, caracterizado por la escasez,
el estancamiento y la inflación, una trilogía imposible hecha realidad.
Ya
la estanflación, el estancamiento con inflación, es algo raro, que pocas veces
ocurre. Pero, la escastanflación, la observación simultánea de escasez,
estancamiento e inflación, simplemente, es algo impensable, que en Venezuela el
petropopulismo ha hecho existir.
Sí;
a mi modo de ver, es el petropopulismo, que está detrás de la fallida política
salarial, fiscal, monetaria, cambiaria y petrolera del gobierno nacional, lo
que permite explicar la presencia simultánea de escasez e inflación, bajo
condiciones de estancamiento del consumo, la inversión, y la demanda agregada
en general.
La
escastanflación se explica por la presencia del control de precios en
bolívares, y el control de cambios en divisas, al igual que por la
sobrevaluación artificial de la moneda, y la demanda relativamente alta para
bienes regulados y con precios artificialmente bajos, que obliga al
racionamiento de las divisas y bienes. Pero, también se explica por la política
de incrementos del salario mínimo a un ritmo superior al de la productividad, y
los desbalances fiscales y monetarios, como la inyección no suavizada en el
tiempo de la renta externa petrolera (el no ahorrar en tiempos de vacas
gordas), los traspasos al Fonden y la impresión de bolívares para financiar al
Fisco y Pdvsa. Pero, eso no es todo: la escastanflación no sería posible si la
regla de oro del petropopulismo se cumpliese aún, como ocurrió hasta 2011; es
decir, si el precio del petróleo creciese a un ritmo superior al de nuestra
inflación o, en palabras llanas, lo suficiente como para evitar la escasez y el
estancamiento a pesar del alto riesgo jurídico y político que a consecuencia
del petropopulismo vive el país.
Por
consiguiente, para acabar con este fenómeno ya acuñado como escastanflación, o
rogamos para que el petróleo vuelva a crecer a un ritmo superior al de nuestra
inflación (la mayor del mundo), o nos procuramos un nuevo modelo económico,
político y social, o, lo que es lo mismo, un nuevo gobierno con nuevas y
legítimas instituciones.
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